martes, 24 de febrero de 2015

Los motivos y una cagada inminente

El hecho de que pase a veces tanto tiempo entre una entrada y otra es sin duda una catástrofe.
Una ausencia más larga de lo habitual puede provocar rebeliones, tsunamis, dolores de cabeza, invasiones portuguesas y una fuerte diarrea, y es una de las cosas de la vida que no queremos ver a menudo, como el pus, las Ketchup o el coma etílico. Soy consciente de ello.

Por eso (y porque me estoy cagando fuerte fuerte right now y no tengo mucho tiempo para pensar) voy a hablaros hoy de los motivos que me llevan a dejar esto abandonadete de vez en cuando.

Los motivos son enormes, gigantescos, colosales, ciclópeos. Son algo así como la hostia de grandes. Son seres de dos cabezas que avanzan pesadamente con zancadas lentas y destruyen a su paso cualquier fuerza de voluntad que tiene la ocurrencia de brotar espontáneamente de alguien. Sus tres brazos (dos a los lados del tronco y un tercer brazo incapacitado en la espalda) alcanzan un tamaño proporcional a más de dos tercios de su cuerpo, y cuelgan como pesos muertos mientras el motivo camina sin rumbo ni objetivo claro. Las piernas son igualmente largas y dejan ver un tronco proporcionalmente pequeño, tanto que no puede albergar un corazón (¿Captas la jugada? ¿pillas el asunto? ¿eh? Eso de que no tienen corazón, ¿sabes? como que son seres desalmados y eso, ¿me sigues?).
Sus rostros están cubiertos... (qué poquitas ganas que tengo de inventarme más ná) ...por una serie de adhesivos de marcas de detergente.


Sí, eso.

Total, que eso, que la puta gracia está en que os hablo de los motivos pero no os digo cuáles son, y ya está, y a la mierda.

Venga, a seguir bien.

lunes, 2 de febrero de 2015

Los 43.000 Soldados de la Hostia

-Yo era uno de ellos. Estaba en el frente junto a mis compañeros, mis hermanos. Hombres y mujeres valientes con los que había compartido años de duro entrenamiento y de difícil vida militar. Yo formaba parte de los 43.000 Soldados de la Hostia, el mejor ejército que el mundo ha conocido jamás.

-Bueno, yo solo te he preguntado por la calle Riestra, pero tú a tu puta bola.

Uno nunca sabe

Uno nunca sabe cómo llegará esa magia, ese ente abstracto con forma de moza de buen ver conocido como musa, esa vitalidad intangible que se inyecta en tu imaginación y da lugar a la inspiración, un bien tan ansiado como efímero.

Uno tampoco tiene forma de saber cómo salir vivo del repentino ataque de un camaleón gigante que escupe fuego.

Digamos sencillamente que uno no tiene puta idea de nada.

domingo, 1 de febrero de 2015

Había que seguir escribiendo

Encerrado en la más absoluta libertad.

Atrapado entre vastas extensiones de aire puro, de vida, de mundo.

Condenado a sufrir tan cruel contradicción, consciente de que su tormento no tendrá fin ni mostrará misericordia la omnipotente fuerza arbitraria que es el azar.

"Pues qué putada", pensó.