miércoles, 22 de octubre de 2014

De nuevo en la calle

Qué pasa, chavales. -dijo tras su espectacular aparición.- Sí, soy yo de nuevo, Randall Fury el de los Cojones Negros, y esta vez he vuelto para quedarme.

Contempló entonces a los grandes señores que lo rodeaban atónitos. Hombres de negocios, banqueros, políticos y demás chusma habían detenido de pronto una de sus ya habituales discusiones durante la Reunión Anual de Cabrones Poderosos de Estocolmo para escuchar lo que tenía que decir ese rostro familiar. No era para menos, ya que el hijo de puta acababa de saltar desde Dios sabe dónde con su moto en llamas para atravesar el techo de la gran sala de reuniones.

Y realmente tenía el aspecto de alguien que tiene algo importante que decir. Randall Fury era un tipo de pintas peculiares que en cualquier otro jicho resultarían ridículas, pero que conferían al hombre de los Cojones Negros una capacidad intimidatoria bastante interesante: su cabello, así como buena parte de su rostro afilado y rematado con una elegante y discreta perilla, estaba cubierto por un sombrero de ala ancha negro como la noche. Llevaba una estrecha bufanda de color morado enrollada muy suelta que se volvía a echar de vez en cuando hacia atrás. El torso estrecho y definido estaba tapado solo por una camisa blanca con varios botones del cuello abiertos y por una chaqueta larga de color negro y tacto de terciopelo. Los pantalones de tela negros con finas rayas verticales moradas hacían que el conjunto pareciese un poquito menos caótico, si bien las botas de cowboy sucias y gastadas no ayudaban a hacer la figura de su dueño muy respetable. Por último, un gran anillo de plata sin grabado o inscripción de tipo alguno completaba el aspecto general del caballero que acababa de hacer acto de presencia de forma tan curiosa.

Randall Fury se bajó de su moto y empezó a hablar. Un rato más tarde, dejó de hablar y se marchó caminando. Los hombres y mujeres trajeados que acababan de contemplar tal escena dedicaron unos minutos a asimilar lo que había sucedido, y prosiguieron su animada charla poco después.

Al cabo de menos de una hora, la Reunión Anual de Cabrones Poderosos de Estocolmo continuó como si tal cosa, y pronto estalló una nueva discusión acalorada, señal inequívoca de que todo seguía igual.

jueves, 9 de octubre de 2014

sábado, 4 de octubre de 2014

Conversación

-Ya decía yo que Muellín estaba tardando mucho en dejarlo otra vez. -dijo el Capitán Pescanova.- ¿Qué es eso de publicar mierdas todos los días? Hay que estar enfermo.

-Desde luego -respondió Enrique Iglesias.- hay que ser un inconsciente para ponerse a... ya sabes, eso que hacéis los pobres... trabajar.

-Sin duda. Trabajar para ganar dinero ya es una mierda, pero ¿Trabajar por nada? ¿Escribir por escribir? Definitivamente hay que ser gilipollas.

-Estamos de acuerdo, pues. Anda, ponme kilo y medio de zamburiñas, que voy a hacer una empanada rica rica.